El debate sobre la remuneración de Marcela Cubillos como docente ha generado controversia, no tanto por el monto en sí, sino por lo que representa dentro del contexto educativo. Cubillos, exministra y connotada figura política, recibe un salario que muchos consideran excesivo para su labor en la academia. Sin embargo, es importante hacer una pausa y analizar qué hay detrás de esa cifra: la efectividad, la visibilidad y el impacto, factores que no siempre se valoran con justicia en el mundo académico. Por otra parte, las remuneraciones de quienes provienen de la política, el mercado laboral en la academia y el valor real del conocimiento en un contexto donde la educación sigue siendo uno de los pilares más cuestionados de nuestra sociedad.
¿Es realmente un problema que un docente gane un sueldo de $12.000.000? Para entenderlo, es necesario analizar la situación desde varios ángulos. Por un lado, está la percepción pública, que no puede desligarse del hecho de que Marcela Cubillos es una figura política conocida y polarizante. Al provenir del mundo público, donde los sueldos son estrictamente regulados, su ingreso en el ámbito privado ha causado ruido por ser percibido como un privilegio. Por otro lado, está el valor que la sociedad le asigna a la educación y el precio que está dispuesta a pagar por contar con figuras destacadas en el cuerpo académico de sus universidades, no olvidemos que fue Ministra de Educación.
Es importante recordar que la academia, al igual que cualquier otra institución, también compite por atraer talento. Contratar a una persona con la experiencia de Cubillos no solo busca llenar un cargo docente, sino elevar el prestigio y la visibilidad de la universidad. En un mercado laboral competitivo, los sueldos responden a esta lógica de oferta y demanda, incluso cuando quienes son contratados han desempeñado roles polémicos en la esfera pública y que no cuentan con suficiente experiencia en la catedra.
La posición que sostuvo Marcela responde a una lógica que va más allá del contenido de sus clases o su currículum. Se trata de su capacidad para generar interés, atraer alumnos y medios, y, en última instancia, mejorar el posicionamiento de la universidad. Este es un fenómeno frecuente en instituciones educativas que buscan, a través de figuras públicas, aumentar su visibilidad y atraer recursos. Desde esta perspectiva, el elevado sueldo de Cubillos podría ser visto como una inversión en reputación.
El verdadero debate que debería surgir de este caso no es si Marcela Cubillos merece o no su sueldo, sino si la educación chilena está estructurada de manera que recompense de forma justa a todos los docentes, no solo a las figuras mediáticas. ¿Por qué el salario de la mayoría de los profesores universitarios es tan dispar con respecto a las figuras públicas? ¿Es justo que quienes dedican su vida a la academia reciban mucho menos que alguien que se incorpora de manera ocasional?.
Preguntar a cualquier profesor en Chile sobre su salario es un ejercicio desalentador. La mayoría se encuentra en rangos salariales muy por debajo de lo que se podría considerar justo, con profesores de carreras humanistas que ganan entre $15.000 y $30.000 por hora de clases. Incluso en áreas como la salud, donde las remuneraciones suelen ser más altas, el promedio ronda los $50.000 a $80.000 por hora. No es difícil ver por qué este caso ha generado tanto malestar entre quienes conocen de cerca la realidad del mundo académico.
El caso de Marcela Cubillos, en donde puedes compartir o no el monto de su remuneración, pero más que un favor político como lo han tildado en muchos medios, nos recuerda que la educación en nuestro País, dista mucho que desear del ejemplo internacional. Y si bien es importante discutir el sueldo de los docentes, lo es aún más cuestionar cómo valoramos la educación y qué estamos dispuestos a invertir en ella para garantizar una calidad equitativa para todos.